El ciego era muy aficionado al cine español y prefería sentarse en la primera fila de la platea. “Porque así puedo ver mejor”, decía con toda naturalidad.
Una noche, a poco de salir de la sala, un hombre en bicicleta estuvo a punto de atropellarlo, lo que al ciego le produjo una gran tensión con el ruido del frenado sobre el pavimento; de hecho, en ese momento se encontró al límite de su capacidad de desenvolverse sólo con la ayuda de su bastón blanco. Sin embargo, al parecer, él no captaba la significación que su arrojo le pudo ocasionar; mas se puso nuevamente en marcha, sin aceptar las sugerencias de quienes habían llegado a prestarle auxilio. Alguien de los curiosos le tomó una fotografía con una cámara que al accionar su percutor, produjo una explosión luminosa de tal intensidad que hasta el ciego pudo distinguir, mientras palpaba la esfera de su reloj y se disponía a cruzar nuevamente la calle, accionando de lado a lado su bastón, mientras con su mano libre se acomodaba sobre sus hombros su larga capa negra.
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