Los carabineros me encontraron durmiendo en una casucha pa’ chanchos que teníamos con mi mamá, no muy lejo’de la ranchita’e nosotro’. No supe cómo fue que llegué ahí a dormir; lo que sé, realmente, es que yo había anda’o de toma por algunos días y a la casa debo haber llega’o muy re mal, con decirle que no recuerdo niuna cosa. De lo único que tengo alguna noción es de unos regaños que m’hizo mi vieja cuando aparecí cura’o. Después ya no tuve conocimiento de nada, hasta dispertar muy asusta’o cuando me agarraban entre los dos que se habían desmonta’o de los caballos y me esposaron las mano’, amarrándome d’ellas con una soga larga. Yo les pedía que a lo meno’ me dejaran ponerme mi’ ojota’; pero no, no me hicieron caso. Se montaron y uno d’ ello’ apihueló el cordel a su montura, echándome a’ elante a patapela’; pa’pior el camino estaba pedregoso como nunca…
-¡”En el reten vas a tener que hablar, jetón; no sacai na’ con hacerte el de las chacras”! –me decía uno d’ello -¡”A’onde, si no me acuerdo de niuna cosa!” –le decía yo. Y el otro: -¡”Bueno, vo’lo habis de ver, indio maldito; y apura el tranco si no querís que te llevemo’ arrastra’o por las piedras…”!
Como podía avanzaba, tratando de sacarle la vuelta a las piedras sueltas; pero igual, lueguit noma’ mis pie’ me empezaron a sangrar; me caía y me tenía que para altiro ‘si no…; y me empezó a dar una amargura harto grande, al verme en esa condición de animal, lacia’o como bestia salvaje. En el trayecto al retén, la gente me salía a mirar de las ranchas comentaba y me observaban con desprecio; algunas protestaban por la forma de tratar a un mapuche y las miraba con vergüenza, de reojo, sin atreverme a dar la cara. Ya más tarde, mi camisa y mis pantalone’ se encontraban cochino’ y roto’ por to’as parte’, con la tierra y la sangre de las llagas que se me iban produciendo en cada porrazo, cuando no resistía el dolor de mis plantas ulcerada’…
-“¡¿Cómo les voy a confesar que maté a mi propia madre; cómo iba a ser capa’ de una malda’ tan grande…?!”, les decía una vez más; pero ellos no me respondían…No tengo claro cuánto duró ese viaje hasta el infierno. Lo único que sé es que al salir de la casucha de a’onde me encontraron, el sol ‘taba como a media tarde y despue’ fuimo’ llegando con la puesta de sol. En la puerta del retén ‘taba un opaco gordo que parecía ser el jefe: -“¡Póngalo en el calabozo –les gritó –mientras preparamos la celda especial pa’ este indio ‘e carajo! ¿Habló ya?”
-“¡No mi cabo, qué esperanza; este hueñe está cerrao’ com’ostra.!”
Esperaron que se hiciera de noche y me metieron en lo que ellos llamaron celda especial, abrieron la puerta de un cuarto como jaula y sin ‘tar ya amarra’o, me empujaron hasta el fondo oscuro casi total, a no ser por unas rendijas por ‘onde entraba alguna clarida’.
-“¡Aquí vay a pasar la noche, canalla y bien acompaña’o!” –me dijo un flacuchento con cara’e malda’oso…
Lo que me ocurrió en ese cuarto fue algo que nunca, ni un día, ni una sola noche hei podí’o sacar de mi ca’eza…Los siete años que llevo aquí en la Peni han si’o un tormento en el que no hei teni’o nunca un poco de paz en mi conciencia…Entonce’, como le decía, noté que en un rincón, tapa’o con una frezá’ o algo pareci’o, habían deja’o un bulto; me cerraron con la llave por juera y se alejaron. Pensé que ese paño me lo habrían deja’o pa’ abrigarme y lo tomé, porque a esa hora el frío que sentía era re grande…Al verla, creí que no iba a resistir más…¿Era ella, que estaba tapa’ sobre unos saco’; tenía su boca entreabierta y sus ojos…tamién los tenía…!
Yo pensé profesor, que to’o esto que me estaba pasando no era otra cosa que un mal sueño. ¡todo esa tragedia tan enorme que estaba sufriendo! Su cara estaba daña’ y sucia; así que, con mi pañuelo húmedo de mi llanto, la limpié y le ordené como pude su pelo largo y suelto…¡Me acusaban de su muerte, imagínese; y me tiran a enfrentarme con ella…! “¿¡Qu’es lo que se proponen con esto!?”; les gritaba pa’ juera, desespera’o; ¡y me jui a la puerta a golpear, a golpear y a golpear, hasta que me venció el cansancio! Me parece que ahí me jui al suelo sin conocimiento…Despue’, ya rendío’ y sin ganas de vivir me arrodillé a su lado, la tapé con el paño y la acomodé más abriga’ita pa`que no sintiera tanto frío. Traté de cerrarle sus ojos que parecían reprocharme; y ahí empecé a discurrir: “¿Y si hubiera si’o yo…Y si hubiera si’o yo…?”
De ahí pa’elante me agarró una desesperación muy grande y un arrepentimiento que me estremecía to’o el cuerpo…”Mamá –le decía -¡Perdónme si fui yo, no quise hacerlo, perdón; perdóneme madre…! Y me jui a la puerta otra vez y les grité pa’ juera pa’ que me oyeran to’os: “¡¡Jui yo, jui yo; yo mate a mi madre, vengan a sacarme de aquí, sáquenme por favor; yo la meté, la maté…!!” Y la puerta no se abrió, no se abrió, nunca se abrió…En la mañana, cuando el frío me tenía endureci’a la sangre, llegaron, conversando bajito. Yo estaba arrodilla’o, rezando pa’ que’l Señor se apiadara de mí; así había pasa’o mucho tiempo; abrieron la puerta pequeñita y entró uno; yo les pasé mis manos, casi tan frías como las de mi madre y él me puso las esposas…
Felicitaciones !! hermosa publicación y los contenidos muy cercanos.Una gran aventura leer los cuentos de Don Angel Felicitaciones Max!!
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Soledad